Nos cuesta decir algo acerca de lo que hacemos. Acechados por la carga simbólica para demostrar cosas; usamos la expresión pictórica para mostrar… porque la palabra, alguna vez, tiene que ceder su protagonismo, al menos en términos informativos. Así nos queremos librar de las normas conductivas adyacentes en todo discurso. Ya nos peleamos con todas las personas gramaticales. En este singular caso, escribimos inútilmente para justificar sensiblemente nuestro accionar pictórico, sin ninguna pretensión meta-discursiva.
Relatamos esperando generar un efecto no-verbal. Precisamente porque nos interesa ese efecto, nos gusta estar presentes en el momento de la contemplación de las producciones; en buen equilibrio coloidal con las afecciones de cada imagen. En el preciso momento en el que el ojo traza relaciones, en el preciso momento en el que el ojo se vuelve narrador. Todo lo ven. Las pinturas no son sino escenas aisladas en pleno trance a un término anónimo. Pintamos relatos para jugar con el tiempo, así imaginamos a la gente isleña.
Hoy en la Gran Ciudad, nuestra nueva isla desierta, los relatos imparten su generatriz a partir de una cierta ética del abandono. Cuando caminamos las calles, miramos la gente, miramos sus manos, miramos los edificios, las cosas que depositan en los grises tachos de basura. Buscamos las moléculas impregnadas en objetos olvidados. Sus olvidos son los soportes de nuestros relatos: un aire acondicionado abandonado deviene en una pesadilla, un mueble de cocina abandonado deviene en una EcuaSión de la Barbarie, un mueble de baño abandonado deviene en la Aventura de un Empleado, un cartel de propiedad en venta abandonado deviene en la Consagración de la Primavera, una postigo abandonado deviene en una representación de la novela Ulises… todo abandono deviene relato.
En palabras del cristal líquido:
Es objeto aquello que en la historia, puede ser perdido, abandonado, reencontrado. En suma aquello que tiene una cierta autonomía, un destino individual. Cuando la industria produce objetos que arroja sobre la marcha, después pierde el interés en ellos y estos toman una existencia personal. En definitiva son organismos, aunque no sean seres vivos. El gesto de utilización de un objeto técnico como algo que emerge de la superficie del presente, pero con un pasado muy largo. Y diría que es la comprensión de ese pasado. Lo que da una realidad, una autenticidad al uso o la producción de un objeto técnico.
Son palabras del señor anisótropo. Ya mencionamos nuestra relación belicosa con las personas gramaticales, por eso nos resguardamos en la tensión psicocolectiva del individuo. La memoria y la historia son cosas diferentes… la historia recuerda como un colectivo amorfamente desesperado cuestiones que la memoria captura y transfigura en un acto simultáneo para una dar cuenta de una versión de ella. Este es nuestro modo de habitar en las producciones que leemos… en dulce operación allagmática… es una forma de decir cosas sin palabras. Cubrir de colores la superficie…dibujar caracteres… aunque en nuestras pinturas se puede leer: “Esta noche venceremos las pasiones tristes”… esto no nos contradice.
Para acabar con la práctica normalizadora del reino de la doble articulación del lenguaje, aspiramos a las Narraciones de mente a mente, sin escritos, sin intermediarios del verbo. O hablemos así: nosotros la historia, nosotros el cine, nosotras la literatura, nosotras las canciones, nosotros la verdad, nosotros una indefinible díada, furtivos en el deseo de toda retro-habilidad, nosotros la falsedad, nosotros enfermos en los términos sustanciales, nosotros analógicos, nosotros digitalizadores… El ejercicio del carácter fungible de esta realidad ya ha comenzado.